Enclavado en un valle de la Sierra Mixteca, el pueblo de San Bartolo Yautepec, Oaxaca, vio nacer el sueño de mi abuelo Rey Lorenzana Vázquez. Con manos de campesino y respeto por la tradición, plantó sus primeros magueyes junto a sus hermanos, cuidándolos pacientemente durante cinco años hasta que alcanzaron la madurez.

Al llegar el momento de la cosecha, las piñas se horneaban en hornos de tierra, cubiertas con leña y piedras como en una barbacoa ancestral. Luego, un molino de piedra trituraba su corazón, y el bagazo fermentaba en tinas de madera durante quince días, dando vida al mosto que después se destilaría en alambiques de cobre.

Hoy, en Destilería Lorenzana, perpetuamos ese ritual artesanal con el mismo respeto y pasión. Cada gota de nuestro mezcal honra la memoria de Rey Lorenzana Vázquez y la sabiduría ancestral que se refleja en nuestro refrán familiar.